Unidad de tiempo.

Feketreke
4 min readMay 21, 2018

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Supongo que llevo la vida que tengo principalmente porque niego cada segundo de mi existencia la posibilidad de morirme. No es que me sienta inmortal como si fuera un súper héroe. Simplemente no pienso en el tiempo de vida que me queda. Tampoco me diagnosticaron una enfermedad terminal o irreversible para ponerme a pensar en esto. Como uno más del montón no tomo conciencia plena de que tengo una vida finita. ¿Haría todo lo que hago si la tuviera? ¿Usaría mi tiempo de la misma forma? ¿Me relacionaría con la gente con la que lo hago? ¿Le daría el tiempo y el lugar que le doy a los que me importan y quiero? ¿Le daría el valor que le doy al dinero? ¿Trabajaría de lo mismo?. Seguro que las preguntas podría seguir in eternum.

Hace un tiempo vengo pensando que quizás la negación a la muerte lejos de ayudarme a vivir de manera plena, me aleja de lo importante.

Me leo y me siento en un texto de auto ayuda del que me podría haber burlado alguna vez. Pero realmente estoy empezando a pensar en esto de manera seria, no solemne, seria.

Hace un tiempo almorzando con un amigo le esbocé esta idea por segunda vez. En esa oportunidad nuestra charla adquirió un sentido más profundo después de la muerte de Darío, un amigo que él conocía y murió de manera repentina el año pasado.

Su primera reacción fue algo así — Sería horrible, te despedirías todo los días de tus hijos pensando que quizás esa sea la última vez que lo veas-. Me quedé pensando. Me di cuenta que vivir con la conciencia de la muerte no debería ser así bajo ningún aspecto. No se trata de vivir cada momento con sentido de tragedia. Lo que me debería guiar no es el miedo, sino el sentido de que todo tiene un fin. De ninguna manera estoy tratando de esconder el temor que me genera mi propia muerte. Mucho menos es un intento de subestimar el dolor por la muerte de quienes me importan. No es liviano el tema. Por alguna razón que no logro terminar de comprender, se volvió central en mi.

Entonces, ¿Cómo sigo?.

Se me ocurrió un ejercicio muy simple y elemental. Lo llamé unidad de tiempo. El objetivo es poder describir con conciencia plena, lo que yo haría si supiera con precisión que me queda un segundo, un minuto, una hora, un día, una semana, un mes, un año, una década de vida.

Quizás vuelvan algunas de las preguntas que me hice antes, quizás vengan otras. Quizás resulte insoportable siquiera pensarlo y mucho menos ponerlo en palabras.

Intenté avanzar con el ejercicio. Sólo pude hacer las 4 primeras unidades de tiempo. Las leo de tanto en tanto y lloro. No se porque, pero lloro.

Ahí va, mi primer ejercicio.

Si sólo me quedara un segundo de vida. Pensaría sólo en mis hijos. Me iría imaginándomelos.

Si sólo me quedara un minuto. Los abrazaría fuerte, les daría todos los besos que pueda y les diría que los amo. Se lee cursi, pero no me importa, eso haría. Si no estuvieran conmigo buscaría hablar por teléfono, para escucharles la voz por última vez y decirles todo lo que los quiero. Si no pudiera encontrarlos, les dejaría un mensaje grabado por WA. Si, un mensaje para que lo puedan repetir de manera infinita cuando ellos quieran. Me di cuenta que muchas veces la voz calma.

Si sólo me quedara una hora, los observaría por un ratito en silencio. Si se estuvieran peleando, los abrazaría a ambos sin hablar y les diría que los amo y les pediría que juguemos a algo juntos. Seguramente empezaríamos con “un barquito cargado de….”, armaría una instalación de arte con Manu y sus muñecos de Starwars y le pediría a Tom que hagamos unas de esas caras locas juntos para los videos de Instagram que nunca termina subiendo.
Si los chicos no estuvieran conmigo, los pasaría a buscar por donde estén por más que eso me consuma la mayor cantidad de minutos que me quedan, sólo para abrazarlos. Se siente muy bien abrazarlos. Usaría algunos de esos minutos que me queden para llamar a mi vieja. Le pediría disculpas por mis últimos exabruptos y trataría de abrazarla si la tuviera delante. Esto último, es algo que me cuesta con ella.

Si sólo me quedara un día, llevaría a los chicos al río. Alquilaría una lancha y probaría hacer esquí acuático con ellos. El agua es algo que nos une en cualquiera de sus formas, río, lago o mar. Trataría de no enojarme ni una sola vez. Ni siquiera cuando Tom lo vuelve loco a Manu. Buscaría a mis viejos, mi hermana y Greta para hacer una cena con todos juntos. Por supuesto amasaría pizza y haría una tarta de zapallitos con cebolla. Con el tiempo entendí que cocinar, al menos para mi es una forma de dar amor. Luego de la cena despediría a mis viejos, mi hermana y mi sobrina con un abrazo y un beso grande y les diría todo lo que los quiero. Esa última noche acompañaría a mis hijos a la cama y dormiría en su habitación. Extendería nuestra charla a oscuras lo máximo que pueda. Les haría uno buenos mimos hasta que se queden dormidos.

Hasta acá llegué, por ahora.

Mis agradecimientos para Jazmín Carballo, Carla Encabo, Nicolás Marjovsky y Luciano Pessagno. De alguna manera me ayudaron a armarme de coraje para hacer esta idea y estos pensamientos públicos.

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Administro caprichos ajenos y funciono por asociación de ideas.

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