Vos nunca supiste que eras coleccionista de tazas. Solo pensás que es un fetiche más de esos que se pierden con el paso del tiempo. Todas están perfectamente clasificadas. No es que sean tantas, pero hay una en particular que tiene su propia historia.
Cuando te mudaste a vivir sola, te llevaste de la casa de tu mamá una de las últimas tazas que sobrevivieron de la colección Berså de Stig Lindberg. Sin su ilustración de hojas verdes y tallo negro sobre fondo blanco podría parecer una taza de cerámica cualquiera. En el mejor de los casos de un juego fino de porcelana. La precisión geométrica de ese dibujo se repite seis veces alrededor de la taza en sentido vertical. Un tallo recto en el centro y tres hojas de cada lado . El verde elegido es dos tonos más vibrante que el musgo ya que tiene un poco más de amarillo en su composición. Todo el juego de vajillas de esta línea tiene el mismo acabado. Te habrías llevado la azucarera, si tu hermano mayor no te hubiera ganado de mano. Tiene un tapón semi cónico de corcho rústico que contrasta de forma equilibrada con la suavidad de la porcelana pálida. Nunca entendiste como hicieron tus viejos para traerse de europa ese juego completo del que solo sobreviven esas dos piezas. Los viajes en avión en la década del setenta no tenían tantas restricciones de peso como ahora.
Lindberg con tan solo veintiún años se presentó en mil novecientos treinta y siete a una beca en la famosa fábrica de vajilla de porcelana Gustavsberg. En la entrevista con su dueño, le dijo que él salvaría a la empresa de la bancarrota. Era sabido en aquel tiempo que la porcelanera no estaba pasando un buen momento. El señor Kåge, su jefe, no creyó que el becario pudiera cumplir su promesa; decidió contratarlo porque vio potencial en su portafolio de trabajos a pesar de su arrogancia. El pequeño Stig transformó sus ilustraciones de trazo simple, colores contrastantes y algo naif en un éxito comercial en la década del cincuenta y sesenta. Su talento dio frutos por cuarenta y cinco años en la industria de la porcelana sueca. Gustavsberg se transformó en un icono del diseño escandinavo y de Suecia. La empresa terminó disolviéndose en la década del noventa. Los diseños del hombre de anteojos de marco negro profundo, moño y pipa, hoy son leyenda. Ganó todos los premios de diseño europeo que se te ocurran. La medalla de oro en el Triennale de Milán en el 48 y 57, grand prix en la misma competición Italiana en el 51 y el 54, medalla dorada en la Exhibición de Arte Industrial de Madrid en el 54, medalla de oro en el Primer Festival Internacional de Cerámica en Cannes en el 55, Trofeo Gregor Paulsson en el 57, medalla de oro en el Primer Festival Internacional de Cerámica de Praga en 62, medalla Príncipe Eugen de suecia en el 68, Profesor honorario otorgado por el gobierno Sueco en el 70 y medalla de oro Faenza en el 73. Cuatro años antes que vos nacieras.
Stig Lindberg decidió vivir sus últimos años en San Felice Circeo, una localidad Italiana a mitad de camino entre Roma y Nápoles. Dispuso refugiarse en la costa del Mar Tirreno. A pesar de su éxito, su Suecia natal no lo abrigó suficiente como paciente oncológico. Tanto él como tu mamá murieron de cáncer de pulmón pasados los ochenta años.