Feketreke
2 min readSep 24, 2020

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Enojado.

Hijo dos está enojado, muy enojado. Pa, yo quería tener un ahijado, me dijo hace unos días. Una de esas ternuritas de primer grado y este año no voy a poder apadrinar a nadie. Hijo dos, con un metro setenta y cinco y solo 12 años, quería sentirse el más grande de la escuela porque es el más chico de la casa.

Me di cuenta en esta cuarentena que Hijo dos no perdió una rutina, perdió un ritual: ir a la escuela. Entendí que la lucha de despertarlo a la mañana era la ceremonia para iniciar nuestra caminata en silencio al colegio. De esas ceremonias que te quedan grabadas y cuando sos grande te hacen acordar a tus viejos.

Hay cosas chiquitas y no tanto que Hijo dos perdió este año: el choque los cinco con el portero del cole todas las mañanas en la puerta, el timbre del patio para subir al aula cuando llegaba temprano, el desorden y barullo previo a que sus maestros comiencen a dar cada clase, la posibilidad de estar atento a lo que se dice, de estar presente, de estar en cuerpo, de hacer el intercambio de viandas en el horario de almuerzo, de ver un boletín con notas que le confirmen a él mismo que es capaz de tener un excelente desempeño, de subir a la terraza para que el sol y el viento lo acompañen mientras patea una pelota con Ala, Joaca, Rama, Gonza, Iva, Santa y Toba, de escanear entre todos los padres a la salida si el pelado con barba había llegado en horario a buscarlo los martes y jueves, de caminar juntos al kiosko de la vuelta para comprar su Fanta y sus gomitas Mogul como una previa a la merienda.

Hijo dos se perdió en su enojo porque no acepta la tristeza de terminar diez años en su escuela y 7mo grado de esta manera.

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Este texto fue corregido por ana navajas y se nota. Gracias :)

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Feketreke

Administro caprichos ajenos y funciono por asociación de ideas.