De voyeur.

Feketreke
3 min readOct 17, 2019

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Me senté del lado de la venta y pedí un desayuno completo. Es una suerte de rutina que me puse todos los domingos que llevo a mi vieja a su tratamiento de inmunoterapia.

Esta vez me resultó atractivo observar la gestualidad de la pareja que estaba sentada en una mesa de afuera. El vidrio me impedía escuchar siquiera un sonido de lo que conversaban. El, debía tener 5 o 10 años más que yo. Me recordaba a mi difunto padrastro, pero de contextura física más grande y no tan calvo. Se lo notaba de carácter dominante. Acompañaba sus frases con movimientos secos en sus brazos y manos. Ella, morocha en sus mid treinta, pelo recogido, tez morena, delgada y un rostro algo oriental, algo aborigen, algo sajona. Me gustaba la camisa azul marino que llevaba puesta. Era de una tela natural y liviana con un cuello Mao con sus tres botones desabrochados. Si, ella me resultaba atractiva.

En un inicio por su distancia física y gestual parecían tener un vínculo laboral. Pasaron los minutos y noté que su conversación era tensa, cada vez más tensa. Tenía dudas si eran pareja o amantes. A el, le vi un anillo en su mano izquierda. Me obsesioné mirando las manos de ella. Quería descubrir si era portadora de una alianza. Me quedé un rato largo observándola y seguía el movimiento de sus manos como los gatos siguen a su presa antes de darle un zarpazo. Luego de varios minutos pude darme cuenta que ella también tenía su alianza. Estoy casi seguro que no eran las mismas alianzas. Me dio la sensación que una era plateada y otra dorada. Me distraje sólo un instante cuando mi café con tostadas llegó con la interrupción torpe del mozo. Creo me hizo algún comentario sobre la escena que yo observaba. Yo sólo quería que se vaya y me deje seguir mirando mi ventana-novela on live stream.

Cuando volví a mirar, el tipo se levantó en línea recta y vertical como si un resorte lo eyectara. Me quedó muy claro que ella le había dicho algo que ni el ni si su ego estaban dispuestos a soportar. En un acto mecánico de macho proveedor metió su mano derecha en el bolsillo, sacó un fajo de billetes y tiró uno de quinientos en la mesa. Se dio media vuelta y se fue caminando sobre Ortiz en dirección a Guido.

Ella se quedó sentada como si nada hubiera pasado, algo había afectado su orgullo también. Hacía micro gesticulaciones sin que nadie lo notara salvo yo que la observaba fijo, quería adivinar que estaba diciendo. Me llamó la atención que no se diera cuenta que la observara desde mi mesa. El ventanal era enorme y no había mucha gente alrededor que se interpusiera en la línea recta de mi visión y su cuello Mao. Pasó un largo rato, al menos fue largo para mi y la escena seguía siendo la misma. No logré descifrar ni una sola palabra de las que balbuceaba. De la nada, sin ningún estimulo aparente más que su propia voluntad o enojo se levantó y se fue caminando en dirección opuesta a la de su acompañante o colega o amante o marido o algo que se había roto en ese vínculo para siempre. Me impactó que no llamó al mozo para pedir la cuenta. Sólo se levantó, caminó hasta la esquina y encaró derechito por Quintana.

Naturalmente volví con mi vista sobre la mesa buscando lo que ya no había. Para ese entonces, un mozo le preguntaba a otro a donde se había ido su clienta. El tipo encogió los hombros y le mostró el billete de quinientos pesos que había dejado, se lo metió en el bolsillo y siguió laburando.

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Administro caprichos ajenos y funciono por asociación de ideas.

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