Como si fuera.

Feketreke
4 min readJan 1, 2024

--

Recordaste, de casualidad, que ese día se festejaba el año nuevo judío. Comenzaste el acto protocolar del saludo, por mensaje de texto, con tu nueva novia. Shaná Tová Umetuká. Te resultó artificial y agregaste un amor para cerrar la frase. Inmediatamente después le renviaste el mensaje de dieciocho caracteres a tu compañero del posgrado. A él lo conociste hace unos meses. Junto con tu novia son las personas más arraigadas a la tradición judía que conocés. Ella no es religiosa. Él se volvió practicante hace unos años. Tu novia tardó varias horas en leer y responder tu mensaje. Tu compañero te respondió al instante con una llamada. Se quedaron conversando diez minutos y diecisiete segundos. Antes de cortar él te preguntó qué entendiste de todo lo que te había relatado. Fuiste obediente e hiciste un punteo de voz preciso: Lo que se celebra realmente es Yom teruah que significa el nacimiento de Adam el primer hombre en el mundo, es una celebración para llorar, el shofar simula la cadencia de un llanto, el acto de llorar expresa aquello que no podemos poner en palabras, llorar nos conecta con lo que realmente somos y nuestro arrepentimiento. Contuviste tu angustia y tus lágrimas en la última parte.

Estuviste casado 19 años con una judía que era ajena a su ascendencia. Para ella Israel era un país lejano de medio oriente y nunca lo imaginó como la tierra prometida. La comunidad, el templo y la Torá surgían en conversaciones periféricas con su abuela. Su apellido, de origen portugués, camuflaba sus raíces. Asistía, por mandato, a los festejos de Pesaj y Iom Kipur que celebraba su madre. Tu hijo mayor te repitió de niño varias veces. Yo soy judío. Vos les respondiste sistemáticamente. Para los judios sos judio. En todos esos años nunca lograste recordar en cual de estos festejos se come la jalá y en cuales la matzá. A todo lo untás con jrein, incluido los knishes de papa y su variante hereje con queso azul. Tus favoritos son los sandwich de pletzalej con pastrón, el pollo con farfalej y los varenikes de papa y cebolla. Tu dulce preferido es el leicaj húmedo de la gute de tu ex. De tanto en tanto lo volvés a probar en tu memoria. Por más que lo intentaste, varias veces, el guefilte fish no te gusta. Todos tus amigos judios te insisten, si hubieras probado el de mi bobe cambiarías de opinión. Todas sus bobes están muertas.

Ni bien cortaste la llamada con tu compañero comenzaste a reenviar compulsivamente saludos a todos tus conocidos judios. Escarbaste tu memoria, tu lista de contactos en el teléfono y tus redes sociales. Copy paste 38 veces. Incluiste a tu ex suegra, su actual pareja y tu ex cuñada. Hacía años que no los saludabas para esta fecha. El último mensaje se lo mandaste a tus hijos en el grupo que tienen los tres juntos. Te pusiste a llorar ni bien terminaste de hacerlo. Nunca te habías sentido tan solo, sin ningún lugar de pertenencia.

Indagaste con tu ex, si esa noche, tus hijos tenían cena de rosh hashana con ella y su familia materna. Te separaste hace 10 años, nunca te había importado antes. No había planes de encuentro ni de cena. Al mediodía les ofreciste a tus hijos almorzar juntos. Ambos aceptaron de inmediato. Elegiste, en secreto, llevarlos a un restaurante de comida judía. Cuando descubrieron el destino el menor, de casi 16, sentenció: Ni en pedo detesto el pastrón. La última vez que fuimos ahí me tuve que pedir un menú infantil. Ambos te pidieron ir a un bodegón de su infancia. Ellos aman la suprema maryland y el filet de merluza a la romana. Mientras esperaban su comanda tu hijo mayor se encontró con un compañero del secundario. Trabajaba de peluquero en la barbería de al lado. Lo invitó a sentarse en tu mesa y almorzaron los cuatro. Retuviste tus ganas de celebrar el año nuevo con ellos y te entregaste a la charla con tus dos hijos y ese extraño.

Tu rutina laboral terminó sin sobresaltos. Ese viernes tus hijos se fueron a la casa de su madre por separado. Primero se fue el menor. Lo pasó a buscar su abuela judía y se lo llevó a merendar algo. El mayor continuó con su rutina del día: videojuegos, terapia y boxeo. Gritó con euforia al platinar su juego favorito. Su sesión terapéutica duró 20 minutos. Un rato más tarde agarró su bolso, te abrazó, te dio un beso en la pelada y se fue a entrenar a un cuadrilátero con sus propios fantasmas.

Cuando llamaste por teléfono a tu novia la primera estrella ya había salido. El cielo se cubría de azul profundo y puntitos blancos diminutos. Hablaron un rato. Le contaste todos los detalles de tu día. Ella te contó quienes iban al festejo en la casa de su madre. Ambos coincidieron que ese no era el momento para que conocieras a su familia. Le pediste que te recomendara un restaurante de comida judía. Fuiste sin reserva. Conseguiste un lugar de milagro. Tuviste la certeza que eras el único goy sentado en una de esas mesas. Enfrente no tuviste a nadie. Saboreaste el mejor pletzalej con pastrón que hayas comido en tu vida. No había leikaj en el menú de dulces. De las opciones disponibles elegiste un strudel de manzana endulzado con miel. El mozo te aclaró dos veces que venía con crema. Tu barba larga, negra, con pinceladas de canas y reflejos pelirrojos confunde las apariencias a pesar de que no tengas una kipá puesta. Le hiciste la seña de ok con tu mano. Terminaste la noche satisfecho. Te acostaste a dormir, un viernes de rosh hashana, antes de las diez y media.

/ / / /

Dedicado a mis hijos, Tomás y Manuel, Caro y Felipe.

--

--

Feketreke
Feketreke

Written by Feketreke

Administro caprichos ajenos y funciono por asociación de ideas.

Responses (2)